23 mayo 2009

Sobre la noche del viernes 22 de mayo… por compa que estuvo ahí solidarizando


“Era el punki Mauri”, me dijeron. No lo pude creer. La noche se vislumbraba como aquellas donde no pareciese que el sol cayo en el horizonte, sino, muy por el contrario, el sol brillaba arriba, quemando. El calor humano en calle Santo Domingo era enorme, los corazones estaban todos ardiendo. Las velas iluminaban los centenares de ojos que a esa hora de la madrugada tenían fijo en su retina las imágenes del “Mauri” sonriendo, conversando; otros en su retina guardaban la impotencia. Pero esos rayos de luz iluminaban las miradas con que acechábamos en la oscuridad. Pero allí al frente, al final de la calle estaban aquellos que son el obstáculo, los que no dejan avanzar, lo ilógico.

Así que solo había que esperar lo inevitable. Ellos harían lo suyo, nosotros lo nuestro. Pero había que defender la Sacco. ¿Cómo hacerlo? Agarrarnos con la policía iba a suceder si o si, nos sacarían de allí, pero estábamos ahí por que sabíamos que querían reventar a la Sacco. Ahí venían avanzando por el norte, poniente y oriente. Ya nada podíamos hacer. Gas, piedras, agua, botellas humo y fuego; todo se mezclo, telón de fondo los gritos y consignas. Habíamos dejado sola la Sacco, por muy inevitable que fuese y lógico que hubiésemos corrido hacia distintos sectores, no haber resistido allí era algo que me dio vuelta toda la noche por la cabeza.

Todos esos corazones agitados se reunían para avanzar hacia algún lugar. Extendiéndose, abrazándose, llamándose, lanzándose. Algunos siguieron, otros caímos. Golpes, insultos, más golpes y más golpes. Humillación. La esencia intacta del Estado en todo su esplendor actuaba en esa noche que ya no era tan calida, mas bien fría, producta de esa conducta amiga de la brutalidad. La policía es fascista, nazi, machista, racista; es algo que mi cabeza repetía constantemente mientras sangraba y sus botas encima de mi espíritu. No era algo que no supiera, simplemente volaba en mi mente aquello.

Dejamos sola a la Sacco, aun no me lo perdono.

En el calabozo de la comisaría, esa fría estructura paralizante, yacían lanzados al suelo los cuerpos de los nuestros. Solo ellos eran capaces de hacer arder ese lugar. A pesar de que afuera las bajas temperaturas revoloteaban, a pesar de que en ese pasillo blanquecino un frío halo recorría hasta chocar nuestros cuerpos, el calor que irradiábamos nadie lo apago. Nadie lo hubiese podido hacer. Había algo de irreductibilidad, a pesar de que a aquellos dos compañeros, colegas, amigos, amantes, cómplices los hayan molido a golpes , que cuando entraron los venían pateando, que a cada rato le daban con las botas en la cara, puños cerrados contra sus cabezas, lumas que les llovían, sus rostros lo demuestran… allí están hinchados. Pasamos la noche juntos, todos en esos pequeños metros, apilados, cansados, adoloridos físicamente, pero en nuestros corazones ardientes había el dolor de haber perdido mas que sangre de nuestros cuerpos, mas que saliva, mas que orina. Habíamos perdido a un ser, amigo o no daba igual. Lo perdimos y eso no cambiara.

Espero sepan, quienes lean estas líneas, disculpar mis faltas ortográficas. El cansancio y la pasión me impiden tener todo tan claro.

A Mauri…

Ya no estarás aquí, a nuestro lado, de nuestro lado. Pero si estas. No como siempre se dice que en la memoria. Estas porque tu nos has impregnado. Bajo estas lluvias que nos bañaran de ahora en adelante yace la alegría viva de dar vuelta todo, arrasarlo. Todo el dolor saldrá, de apoco, gota a gota. Todo transformado en lo que tú deseabas. El sol nunca se esconde para esos corazones profundos solo se difumina, cambia de color revienta en destellos, vida, luz, todo de todos. Y nosotras y nosotros y todas y todos vamos a buscarte, te tomaremos de la mano, nos daremos un beso caminaremos largamente y todas y todos, fusionad@s siendo uno solo, fuerte, duro, implacable abrazaremos el caos antes de dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario